Tres escritores nuestros, galardonados y de ámbito amplio: O. Mejía, O. Escobar, A. Agudelo / Reportajes de Aleph
Esta edición monográfica está dedicada a exaltar la obra de tres escritores vivos y actuantes, de la más alta significación, con epicentro en Manizales (Col.) y eco nacional e internacional. Se trata de Adalberto Agudelo-Duque (n. 1943, licenciado en literatura e idiomas, docente por temporadas), Orlando Mejía-Rivera (n.1961, médico en ejercicio, con posgrados en medicina interna, filosofía y literatura, profesor titular de la Universidad de Caldas) y Octavio Escobar-Giraldo (n. 1962, médico en uso de licencia, con posgrados en literatura y creatividad, profesor de la Universidad de Caldas, docente en ejercicio). Nutridos en la más amplia tradición de la Cultura, con presencia editorial y en conferencias, mesas redondas y foros, en temas de sus especialidades: ensayo, cuento, novela, poesía… Galardonados en múltiples ocasiones, tanto en Colombia como en otros lugares.
Les solicité, por separado, responder a cinco inquietudes, las cuales recojo a continuación.
De izq. a derecha: Adalberto Agudelo-Duque, Orlando Mejía-Rivera, Octavio Escobar-Giraldo
1. ¿Qué antecedentes marcaron su vocación de escritor?
Orlando Mejía-Rivera (OMR). El origen de mi vocación de escritor sigue siendo un misterio para mí. Al igual que mi precoz inclinación a la lectura. Desde niño me recuerdo leyendo e intentando escribir mis propias historias. Quizá mi condición de hijo único, mi soledad, la felicidad que sentía al penetrar en los mundos de la imaginación, todo ello fue el primer detonante emocional de mi profunda necesidad interior de leer y escribir. Han pasado muchos años y la pasión que siento al conocer un nuevo autor o iniciar un proyecto de escritura continúa intacta. A veces me hastío de vivir, pero jamás me he cansado de leer y de escribir. Tal vez por esta razón, los libros son los únicos objetos materiales que amo. Ahora bien, la escritura para mí es también una búsqueda espiritual, la herramienta intelectual para penetrar en mi yo profundo, en esa capa psicológica subterránea que Jung denominó el Selbst (si-mismo). No sé si lo que he encontrado es auténtico u otra invención de la fantasía, pero lo cierto es que me ha dado a conocer una especie de «paisaje interior» que justifica y sostiene todas mis vivencias exteriores.
Esta conexión no solo la siento en mis obras de ficción, sino también en los ensayos, porque el acto de escritura me ubica casi siempre en otro estado mental y la imaginación o la erudición son vehículos igual de efectivos, para ese «traslado» a mi «espacio creativo». Dicho lo anterior, que si se quiere solo me importa a mí, no tengo ninguna pretensión intelectual con lo que he escrito y agradezco a los escasos lectores que he tenido su amabilidad para leerme y a veces valorar lo que he realizado. Mi obra, como mi vida, es un borrador que me he atrevido a publicar, y lo seguiré haciendo independiente de lo que se denomina «éxito» o «fracaso». Lo único que si puedo garantizar es que mis libros son honestos, escritos con pasión por el conocimiento y con amor por la vida.
Adalberto Agudelo-Duque (AAD). Fui voceador de prensa muy niño. Esa experiencia tuvo que marcarme por dentro y por fuera. Ver y participar de todo el proceso de impresión, desde la fundición del plomo, la escritura en lingotes de los linotipos y la magia de esa locomotora que recibía el papel en grandes cilindros y vomitaba el periódico en el otro extremo en paquetes de cincuenta. Además la parafernalia alrededor de columnistas, redactores, colaboradores, personal de planta… eso era otro mundo, el mundo de la literatura… Luego fueron el cine, los cómics, las novelas de vaqueros, los esoterismos… Sobre todo el cine.
Octavio Escobar-Giraldo (OEG). No nací en un hogar donde la lectura fuera una costumbre. Si bien en la infancia tuve acceso a libros, la primera matriz narrativa importante para mí fue la televisión. Y descubrir después, que en la literatura las cosas eran mucho más diversas, estructuradas y atractivas que en la pantalla pequeña, y también mucho más ricas en ideas, fue lo que definitivamente me llevó a la escritura.
2. ¿Cuáles son las temáticas preponderantes en sus obras?
OMR. La diversidad de mis inquietudes intelectuales se pueden sintetizar en la idea de «la unidad en la multiplicidad». Para mí no existen saberes aislados, todo está conectado en una relación de sentido profundo con los movimientos de la existencia y la conciencia. Quizá la influencia de los pensadores chinos me ha marcado: Lao-Tse, Chuang Tzu, Confucio. Los releo y me acompañan de manera cotidiana. Debo a las Analectas confucianas mis intentos de comportamiento con los demás. La regla de oro de «no hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti» es el consejo moral que más me ha influido en mi vida real.
De otro lado, en el Tao Te King he encontrado una actitud fundamental: el humor negro, no tomarse en serio, no construir poses, burlarse de uno mismo, el espíritu de la carcajada que Kundera denominó «la levedad». En el fondo ha sido mi principal batalla personal: cuestionar mi seriedad, abandonar los fosos del mal genio, ver el otro lado de las cosas. Mi novela Recordando a Bosé fue un intento de reconocer la existencia del «espíritu de la levedad» como el mejor antídoto contra la desesperación y el nihilismo existencial. Su personaje adolescente, al cual le presté muchas de mis propias vivencias, se salva de él mismo y sus demonios destructivos, cuando descubre que nada ni nadie es definitivo y que cualquier situación tiene su lado gracioso y ridículo.
AAD. La soledad, el miedo, la angustia, la incomunicación, la pobreza… Todo lo que se siente y vive en una barriada.
OEG. Creo que el mundo contemporáneo, y muy particularmente la Colombia que me ha correspondido vivir, es mi principal temática. La violencia ocupa, por tanto, un lugar significativo en mi obra, así como la cotidianidad del ciudadano medio, de aquel que tiene pocas posibilidades de incidir en las grandes decisiones nacionales. La creación literaria misma, como enigma y práctica, también hace parte de mis temáticas, de manera explícita y de las formas soterradas, más importantes quizá, que hacen parte de proceso mismo de escritura. Cada tema -la familia, la juventud, el erotismo, las dudas existenciales- implica, por necesidad, unas definiciones estéticas intrínsecas al proceso creativo, que son, a veces, un tema de mayor trascendencia que los que son reconocidos por el lector desprevenido.
3. ¿Estima que en su obra haya una relación con las ideas, así sea global, en cuanto al nexo entre literatura y pensamiento?
OMR. Debo a ciertos escritores de ciencia-ficción casi todo, pero eso todavía no lo he plasmado en mis propios libros de ficción. Ojalá me atreva a intentarlo antes que me visite el Dr. Alzheimer o el Dr. Parkinson. Como lo escribí en mi libro Cronistas del futuro: las ideas de H.G. Wells, Stanislaw Lem, Thomas Dish y Ursula K Le Guin han sido claves para mí. Por supuesto que también están muy presentes las voces de la narrativa latinoamericana: Borges, Onetti, García Márquez, Fuentes, Rulfo, Soriano, Sábato, Cabrera Infante, Lezama Lima, entre los que releo. De igual manera otros escritores europeos: Canetti, Camus, Hesse, Thomas Mann (La Montaña Mágica la he releído en unas diez ocasiones). La triada fundacional la releo casi todos los años: Dante, Cervantes y Shakespeare. De hecho, tengo un libro inédito titulado Dante Alighieri y la medicina, en el cual he plasmado mis innumerables visitas a La Divina Comedia.
Libros filosóficos de autores occidentales que me han acompañado en mi vida adulta y de los cuales bebo con frecuencia: El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer, El nacimiento de la tragedia y Así hablo Zaratustra de Nietzsche, la Historia de la filosofía de Russell, la Crítica de la razón cínica de Sloterdijk, La sociedad abierta y sus enemigos de Popper, Kant y el ornitorrinco de Eco, Las palabras y las cosas de Foucault. Un libro único e inclasificable: La Diosa Blanca de Robert Graves. Ensayistas contemporáneos que amo y de los cuales he leído y releído la totalidad de sus obras: Alfonso Reyes, George Steiner, Harold Bloom, Roberto Calasso y Alberto Manguel. Los ensayos de Montaigne los releo en diciembre cada dos años. Son el alimento de mi prosa ensayística y los necesito como mis huesos requieren de la vitamina D. La obra arquetípica y simbólica de dos gigantes: Carl Gustav Jung y Mircea Eliade.
Tres historiadores de la ciencia han sido claves en la estructura de mis libros históricos: Joseph Needham y su monumental obra enciclopédica Science and Civilisation in China, George Sarton y su extraordinaria Introduction to the History of Science (en cinco tomos), Thomas Kuhn y su joya epistemológica La estructura de las revoluciones científicas. Poetas de la entraña: León de Greiff, Juan Gelman, José Emilio Pacheco, Ezra Pound y T.S. Eliot. Un poema que rememoro, en solitario y en voz alta, cada 30 de agosto: Moirologhia de Álvaro Mutis. Dos voces antiguas que han estado cerca de mí: Séneca y Plutarco. Las Vidas paralelas son un deposito atemporal de sabiduría y la lectura del libro De la brevedad de la vida me hizo renunciar a factibles proyectos económicos y políticos cuando tenía veinticinco años de edad. Asunto del cual jamás me he arrepentido. Dos historiadores del arte a los cuales les debo mucho: Ernst Gombrich y Erwin Panofsky. Tres pintores cuyos cuadros no me canso de ver: Alberto Durero, Jan van Eyck y Francis Bacon. La artista contemporánea que me zarandea los órganos y las venas: Patricia Piccinini. Tres músicas que han resonado en mis oídos y mi corazón: las de Bach, Ravel y Philip Glass. Cuatro películas que me han transformado: El ángel exterminador de Luis Buñuel, Fresas salvajes y El séptimo sello de Ingmar Bergman, Blade Runner de Ridley Scott.
AAD. Eso tendrá que escudriñarlo la crítica si es que alguna vez la crítica se asoma a mi obra… Yo estudié Filosofía durante seis meses. De esa academia me quedaron “Suicidio por reflexión “y “Los pasos de la esfinge” muy al compás de la antiliteratura de moda en los años sesentas. También me quedó un axioma: La Filosofía mata la Literatura… Fíjese usted, los años me enseñaron que las mayores catástrofes de la humanidad en el siglo XX fueron, una, descubrir que dios no existe y, dos, que la Ciencia desmintió a muchos de los filósofos que estudiamos hasta el delirio…
OEG. Mi obra está, en general, enmarcada en las grandes inquietudes de la modernidad, al punto que a veces he sido catalogado como un escritor posmoderno. Desde el punto de vista literario, para mí ha sido importante todo el debate sobre identidad que nació con el romanticismo latinoamericano del siglo XIX y que tuvo su aparente resolución en los escritores agrupados bajo la denominación de Boom. Pero me gusta pensar que eso no ha limitado mi visión. Así que en mi escritura es importante el influjo de Edgar Allan Poe y el minimalismo norteamericano del siglo XX, así como la forma de entender la novela de Cervantes y Sterne, o las ideas que determinan las obras de autores como Camus, Onetti y Hesse. Lector desordenado y caprichoso, el catálogo de mis intereses, algunos obsesivos en ciertas épocas de mi vida, es amplio y contradictorio.
4. ¿Qué otras relaciones pueden establecerse en sus obras, por ejemplo, con el cine, la historia, la vida contemporánea, o con temas o problemas cruciales?
OMR. La historia de la medicina es mi núcleo hermenéutico. De allí están brotando mis ensayos que mezclan literatura y medicina, arte y medicina, epistemología y medicina. También en la ficción: la novela histórica de personajes médicos.
AAD. Yo soy hijo del cine. Muchos de los premios que me otorgaron apuntan a que parecen guiones para el cine. Aprendí a escribir con el cine. La Historia nunca me interesó como disciplina pero algunos de mis textos no escapan a su influjo: Lobo Negro (el mártir aborigen norteamericano), Bolívar, La colonización antioqueña, incluso leyendas religiosas «históricas» como La lavandera de Buga… La vida contemporánea es más obvia: ¿Cómo soslayar las pandemias universales? La soledad, la tristeza del hombre, la incomunicabilidad, los sentimientos de fracaso y frustración, los abusos del poder, las dictaduras, las modas…
OEG. Creo que buena parte de mi pensamiento está determinado por la práctica temprana y sistemática del ajedrez. Tengo también, y desde muy niño, una relación fuerte con el lenguaje audiovisual, así que lo justo es decir que en muchos rasgos de mi escritura es clara la influencia de la televisión y el cine. Esto implica que, por supuesto, aunque mi vida se ha desarrollado en un ámbito académico riguroso, la cultura popular siempre ha estado presente, y en esas formas insensibles que tanto nos influyen. En este contexto debo mencionar, entonces, mi afición por el género negro y el rock, y mi gusto culposo por la balada romántica de los setenta y ochenta. He sido también un mal deportista, malo pero muy consciente de la felicidad que brinda el cuerpo, y también un aficionado al espectáculo deportivo, sobre todo al televisivo. Finalmente debe enfatizar mi deuda con el estudio y la práctica de la medicina, una escuela que no puedo ni quiero soslayar. Soy y seré por siempre un hijo de Hipócrates.
5. ¿Cómo escritor, qué ambiciones y cuáles proyectos dispone para nuevas escrituras?
OMR. En el campo de la Historia de la medicina faltan dos tomos de la obra que vengo publicando y ya están avanzados: La medicina moderna. De Vesalio a Louis Pasteur, quedará listo para finales del 2018. La medicina contemporánea. De Osler a la nanomedicina. Espero finalizarlo a comienzos del año 2020. En ensayo: Dante Alighieri y la medicina (libro terminado e inédito). En preparación: Shakespeare y la medicina, Cervantes y la medicina, Montaigne y la medicina. En el campo epistemológico: El desorden de Fleming (obra concluida e inédita). En historia del arte: De la oreja perdida de Van Gogh a la oreja clonada de Van Gogh (en preparación y listo en un cincuenta por ciento de su contenido). En la ficción: la novela histórica sobre Galeno (finalizada e inédita). En preparación: novela histórica sobre Semmelweiss. Una ambición futura: morir como lo expresa mi personaje literario Galeno: Es este el libro que espero alguien leerá cuando mi nombre se haya refundido o sea recordado por lo que en realidad no fui. Las posibilidades de que no lo concluya son grandes, pero ese es, lo confieso, mi propósito secreto: deseo morir con mis dedos apretando el cálamo y emborronando el pergamino, anhelo exhalar mi aliento vital en medio de una frase que nunca tendrá el punto final.
AAD. Uno escribe todos los días, a toda hora. Las cosechas en cuento y poesía no son necesariamente proyectos. Uno escribe, después titula. En novela y ensayo es distinto. Espero terminar un libro sobre el proceso de las guerras religiosas que aquí han llamado guerras de independencia, algo sobre Manizales. En fin, esos proyectos que nos hacen sentir vivos. Todavía.
OEG. La pregunta más difícil. Quiero creer que escribiré algo sobre médicos escritores, como yo. Tengo el propósito, también, de escribir más para niños y jóvenes, de afinar esa faceta de mi actividad literaria. Me han planteado la tentación del guión cinematográfico. El futuro es un tal vez que espero sea largo.
Como puede apreciarse en lo expresado por los tres, hay uno de ellos, Orlando, quien se aplica de manera preponderante al ensayo, como género de investigación y de reflexión, con asomos en la narrativa. En los otros dos, Adalberto y Octavio, predomina la narrativa como vocación y ejercicio permanente. Cada uno, con escrituras singulares, reflejo de la propia personalidad. Los tres son palpitante fortaleza de las letras regionales y nacionales, con antecedentes en figuras de las letras surgidas y ejercidas desde Manizales, con reconocimiento nacional, tanto a finales del siglo XIX como en la primera mitad del siglo XX.