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Reflexiones sobre la justicia

La coyuntura

Aceptamos esta invitación a hacer una reflexión sobre la justicia no como expertos en el tema sino como ciudadanos preocupados, interesados en su análisis y en proponer ideas para su debate.

Llega esta invitación pocos días después de que se extraditara, el martes 13 de mayo, a destacados jefes paramilitares de Colombia bajo el cargo de narcotraficantes, por lo que –aseguran muchas voces– se perdió la posibilidad de que confesaran sus crímenes y repararan a sus víctimas, sin lo cual no habría justicia. También, mientras escribíamos estas notas, la Corte Suprema de Justicia condenó a Yidis Medina por haber recibido un soborno para votar en pro de la reelección, ante lo cual el Presidente reaccionó acusando a la Corte de impartir justicia de manera parcializada. Además, ocurrió el afortunado rescate de Ingrid Betancourt y otros secuestrados, quienes hacía años vivían una situación de injusticia por cuenta de las FARC. Ante estas situaciones, indagar sobre la justicia o sobre la administración de justicia en Colombia resulta oportuno y pertinente.

Más allá de la coyuntura

Escribiendo esta reflexión encontramos que “justicia” es una palabra usada indistintamente para lo individual y lo colectivo, y en dos dimensiones, la preventiva y la reparativa, lo cual complica su comprensión y análisis. Otros sentimientos humanos sí generaron palabras distintas para lo individual y lo colectivo, como “amor”, que describe un sentimiento individual que, cuando se refiere a lo social, se llama “solidaridad” o “cooperación”. En nuestras notas sobre la justicia presentaremos primero los niveles y dimensiones de esta idea y luego ciertas preguntas y reflexiones sobre el contexto colombiano.

Nivel individual

El sentido de justicia parece innato en el ser humano. Cada uno es capaz de percibir conductas justas e injustas. El niño a quien le quitan un juguete reclama y pide la intervención de la madre, reclama justicia. Esto plantea uno de los temas más difíciles. La Justicia está en el nacimiento mismo de la individualidad. Soy justo, piensa cada uno de nosotros, veo el mundo de cierta manera, actúo según mi forma de verlo y, como actúo de acuerdo con esos parámetros, soy justo. En los primeros estadios del desarrollo humano sentimos esa esencia del yo, de ser el centro de nuestro propio mundo y pasamos la mayor parte de la vida mirando al mundo desde este centro. Luego, entendemos que nuestra manera de ver el mundo es compartida, que pertenezco a una comunidad y que somos “nosotros” los que entendemos el mundo así, que esa es la manera justa de ver el mundo.

Nivel colectivo – Yo y tú no es lo mismo que “nosotros”

En el tema de la justicia, tal vez lo más difícil es aprender a decir “tú”, entendiendo que tu aproximación a la justicia es tan válida como la mía. Es el segundo paso después de entender que yo soy un yo distinto del universo e individualizarme: entender que hay otros yos tan válidos como yo mismo. Ello exige una capacidad de des-centramiento y de abstracción que requiere un desarrollo grande de la racionalidad. De no entender esto nacen todas las formas de intolerancia. ¿Cómo convivir armónicamente aceptando el tú, sin perder mi yo? Idealmente el “Nosotros” resuelve la pregunta pues implica la necesidad de obedecer las reglas de la manada; implica reconocer al “yo” y al “tú” en un contexto en el que vamos a ser mas que tú y yo cediendo parte de nuestras pretensiones pero logrando mayor armonía social. El reto está en generar una estructura social que reconozca al individuo (“yo”), combata la intolerancia (reconozca al “tu”), sea participativa e incluyente (“nosotros”).

Dimensión preventiva – La construcción de sociedades justas

Desde Platón, muchos1 han planteado una relación entre sociedad justa y sociedad armoniosa. Además de la justicia individual y colectiva existe una dimensión de la justicia para crear armonía social. Para ello generamos instituciones que permitan la construcción de reglas para que, independientemente de sus habilidades o sus riquezas, los asociados puedan gozar de unos mínimos estándares de bienestar. Los países escandinavos y Canadá han comprendido muy bien ese concepto de justicia social. La estructura institucional busca evitar las desigualdades alarmantes que generan sentimientos de frustración, egoísmo y amargura entre los seres humanos y provocan conflictos, los enfrentan unos a otros y retan las estructuras de justicia.

Dimensión reparativa – En busca de un tercero reconocido

Para resolver los conflictos, desde muy temprano los humanos sentimos la necesidad de “una tercera parte reconocida”, de una persona o grupo de personas reconocidas y respetadas por toda la sociedad. Desde la antigüedad se reconoce que la tarea de este tercero no es fácil. El juicio de Salomón es paradigmático en nuestra cultura cristiana.2 Hay en él cuestiones que se siguen planteando hoy alrededor de la justicia: Salomón habría podido someter a madres y niño a una prueba de ADN para determinar cuál era la verdadera madre. O usar genética macroscópica y ver si el niño se parecía más a una que a la otra, pero hay que reconocer que esas pruebas “objetivas” para hallar la “verdad” tienen cierto margen de error. Lo cual lleva a otra pregunta: ¿Qué prima: salvar la vida del niño u obtener verdad total? También puede preguntarse: ¿fue equitativo el juicio de Salomón? Una de las madres tuvo que asumir enteramente las consecuencias del accidente. ¿No habría sido mejor tratar de reparar esa situación? ¿Era correcto cerrar el caso sin averiguar mejor las causas de la muerte del niño? Tal vez no tengan respuesta estas preguntas pero es claro que aún en el paradigmático juicio de Salomón los temas no quedaron cerrados y se hubiera podido continuar escarbando. ¿Hasta cuándo? ¿Cuándo es correcto cerrar el caso, olvidar y perdonar?

Colombia y los retos de la justicia

Partiendo de los anteriores niveles y dimensiones, caben las siguientes preguntas: ¿Somos capaces en Colombia de reconocer al “tu” que puede ser tan válido como “yo”? ¿Hemos sido capaces de entender el “nosotros”? ¿Nos sentimos parte de una manada que establece reglas que son cumplidas por los asociados? Pilar para entender al otro – o construir justicia colectiva – es el respeto, ¿nos profesaremos suficientemente respeto mutuo? ¿Somos capaces de entender que hay que respetar los compromisos abstractos que forman la institucionalidad, tanto para detenernos ante un semáforo en rojo aunque no vengan vehículos, como para modificar artículos de la Constitución, o secuestrar y extorsionar a personas por décadas?

En el plano de la justicia social: ¿hemos sido capaces de crear una “justicia preventiva” que ayude a generar armonía en la sociedad? Sin duda creemos que hay ejemplos de ello, pero ¿han sido suficientes? ¿Han sido esas políticas públicas las que se necesitaban? ¿Qué impacto han tenido de acuerdo con las necesidades de los asociados? ¿Hacia dónde se dirigen las políticas públicas de justicia social? Finalmente, ¿reconocemos y respetamos la justicia reparativa? ¿O consideramos que los que imparten justicia no tienen la facultad de hacerlo o se extralimitan en sus competencias? ¿Seremos capaces de aceptar a un tercero reconocido por las partes?

Estas no son reflexiones abstractas. La coyuntura que recordábamos al comenzar muestra que hay centenares de víctimas hoy pidiendo reparación y hay que entender cuándo la reparación es justicia o cuándo pasa a ser venganza. Para ello el individuo quizás deberá adquirir una capacidad de des-centramiento y comprender que la dimensión colectiva es indispensable para dar pasos certeros en la construcción de la justicia que incluya una dimensión preventiva y otra reparativa articuladas entre sí y con las necesidades de los ciudadanos. Igualmente debemos ver que estamos ante una controversia entre los poderes públicos que exige repensar la razón de su existencia para poder construir una sociedad armoniosa y justa. ¿Es posible construir una sociedad justa en un contexto de crímenes que traspasan los límites nacionales? ¿O pretendemos seguir operando en el sistema nacionalista cuando el contexto traspasó los límites nacionales?

Requerimos fortalecer nuestra capacidad de des-centramiento y entender nuestro entorno institucional para saber hasta cuándo debemos escarbar en los procesos y cuándo cabe cerrarlos y prepararnos al perdón. No es justa una sociedad que permite los crímenes sin castigo, como tampoco es justa una sociedad sin una estructura institucional clara de justicia, pues deja girar perpetuamente una rueda de sentimientos de injusticia y actos de venganza.*

1 Cuando Kant afirma que el problema de constituir una nación es factible hasta para una nación de demonios separa lo justo de lo ético. Los demonios son totalmente a-éticos, pero requieren una sociedad justa: “Una multitud de seres razonables desean para su preservación leyes universales, aunque cada uno de ellos tenga la inclinación secreta de sentirse eximido de su observancia. Una constitución debe por lo tanto serles dada que confine sus pasiones individuales, una por medio de la otra, de tal manera que en su conducta pública su efecto se vuelva tan poco considerable como si no hubieran tenido disposiciones hostiles.” (“Proyecto para una paz perpetua”)

2 “3:16 En aquel tiempo vinieron al rey dos mujeres rameras, y se presentaron delante de él. 3:17 Y dijo una de ellas: ¡Ah, señor mío! Yo y esta mujer morábamos en una misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa. 3:18 Aconteció al tercer día después de dar yo a luz, que ésta dio a luz también, y morábamos nosotras juntas; ninguno de fuera estaba en casa, sino nosotras dos en la casa. 3:19 Y una noche el hijo de esta mujer murió, porque ella se acostó sobre él. 3:20 Y se levantó a medianoche y tomó a mi hijo de junto a mí, estando yo tu sierva durmiendo, y lo puso a su lado, y puso al lado mío su hijo muerto. 3:21 Y cuando yo me levanté de madrugada para dar el pecho a mi hijo, he aquí que estaba muerto; pero lo observé por la mañana, y vi que no era mi hijo, el que yo había dado a luz. 3:22 Entonces la otra mujer dijo: No; mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto. Y la otra volvió a decir: No; tu hijo es el muerto, y mi hijo es el que vive. Así hablaban delante del rey. 3:23 El rey entonces dijo: Esta dice: Mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto; y la otra dice: No, mas el tuyo es el muerto, y mi hijo es el que vive. 3:24 Y dijo el rey: Traedme una espada. Y trajeron al rey una espada. 3:25 En seguida el rey dijo: Partid por medio al niño vivo, y dad la mitad a la una, y la otra mitad a la otra. 3:26 Entonces la mujer de quien era el hijo vivo, habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y dijo: ¡Ah, señor mío! dad a ésta el niño vivo, y no lo matéis. Mas la otra dijo: Ni a mí ni a ti; partidlo. 3:27 Entonces el rey respondió y dijo: Dad a aquélla el hijo vivo, y no lo matéis; ella es su madre. 3:28 Y todo Israel oyó aquel juicio que había dado el rey; y temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de Dios para juzgar.” (Reyes, 3.16-3.28)

* Este escrito no pretende concluir, sino insertarse en la centenaria reflexión colectiva sobre la justicia e inspirar aportes en lo individual, lo filosófico y lo social. Por ello, los autores invitan a los lectores de este artículo para que nos escriban sus comentarios al siguiente blog: www.villavecesjusticia.blogspot.com
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Edición No. 147